Relaciones jerárquicas entre los componentes de la estructura del sentido del texto
Ninguno de los componentes de la estructura del sentido existe por separado. Forman un todo en el acto de comunicación, a pesar de que entre los componentes del todo se dan relaciones jerárquicas. A juzgar por lo dicho anteriormente, la cumbre de la jerarquía le corresponde a la situación comunicativa. El componente pragmático (PCA) depende de la interacción entre las características subjetivas del autor del texto y la situación comunicativa, y el componente semántico ocupa la posición inferior en la jerarquía ya que depende de dos factores más importantes comunicativamente,– la situación comunicativa y el programa conceptual del autor del texto, - lo que se corresponde plenamente con el papel de instrumento que desempeña la lengua en la comunicación, comprendida como un proceso mental e intelectivo (Fig.l). Cada uno de los componentes de la estructura del sentido tiene su propia subestructura (Львовская, 1985: 143).
Estructura del sentido del texto
La subestructura situacional siempre incluye factores como autor del texto, su destinatario, lugar, tiempo, tema de la comunicación. Sin embargo, la relevancia de cada uno de estos factores, o de la información que encierran, puede cambiar de un acto/momento de comunicación a otro y hasta quedar completamente neutralizado. Nunca se puede decir con antelación qué factor o qué información acerca de cada uno de los factores tendrá mayor relevancia en cada momento dado de la comunicación.
La subestructura pragmática del sentido del texto incluye dos componentes correlacionados, el intencionaly el funcional, cada uno de los cuales tiene su propia estructura jerárquica.
La cumbre del componente intencional corresponde a la Intención Principal (IP) del autor, o sea, el objetivo principal que quiere conseguir con su texto. A partir de su IP y de la situación comunicativa, el autor determina la Función Dominante (FD) del texto (informativa, evaluativa, emotiva, apelativa, operativa, fática, o en algunos casos, opta por la combinación de dos funciones con un predominio claro de una de ellas) que siempre estará correlacionada con la IP.
En su afán de conseguir la realización de la IP, el autor produce enunciados sucesivos que forman bloques mayores en el texto: párrafos, apartados, capítulos. Detrás de cada enunciado y bloque del texto está la intención /intenciones complementarias (IC) del autor, que pueden coincidir con la principal o ser distintas pero que siempre se subordinan a la IP (contribuyendo a su realización) y a las intenciones de bloques mayores.
Ahora bien, ningún texto es unifuncional. La aparición de cualquier función complementaria (FC) siempre se correlaciona con la intención respectiva. El resultado de tal correlación es el programa conceptual (intencional-funcional) del autor del texto que de forma muy esquemática está presentado en la Fig.2:
Programa conceptual del autor (PCA)
|
Se podría decir que la subestructura pragmática del texto tiene carácter jerárquico-lineal. Es jerárquica ya que la intención que está detrás de cada enunciado se subordina a las intenciones de bloques mayores del texto y estas últimas se subordinan a la IP, al igual que las funciones comunicativas complementarias (FC) se subordinan a la FD del texto.
Es lineal en tanto que refleja la lógica del desarrollo del texto. Gracias a esta relación jerárquico-lineal entre todos los elementos de la subestructura pragmática, se garantiza la coherencia lógica del texto: cada enunciado o fragmentos más largos está lógicamente vinculado al pretexto (se deduce del pretexto) y tiene su perspectiva funcional proyectada hacia el postexto.
La subestructura semántica, tercer componente de la estructura del sentido, también tiene carácter jerárquico. Está formada por los significados referencial, connotativo y extensional. El significado extensional, o sea, el que un enunciado/fragmento adquiere en el contexto lingüístico, forma la cumbre de la jerarquía.
Ya hemos mencionado que los componentes de la estructura del sentido del texto forman un todo dialéctico y no existen por separado. Los intentos emprendidos desde la lógica del lenguaje de correlacionar el componente pragmático exclusivamente con las implicaturas textuales y el componente semántico con sus explicaturas, no dieron resultado (Leonetti, 1993) por las razones antes mencionadas. Sin embargo, esto no quiere decir en ningún momento que no sea posible cambiar la subestructura semántica del texto sin perjudicar su subestructura pragmática. La lengua por su naturaleza ofrece muchas opciones para expresar la misma idea. Lo mismo puede ocurrir en traducción, cuando por razones extralingüísticas (no coincidencia de los conocimientos presupositivos, de las normas del comportamiento verbal, en general, y de las convenciones textuales, en particular) el sujeto de la actividad bilingüe se ve obligado a cambiar la subestructura semántica del TM con respecto al TO.
Resumiendo el análisis de la correlación existente entre el significado y el sentido del texto, cabe destacar que la comunicación monolingüe empieza por el sentido (del autor del texto) y termina por el sentido (del receptor del texto). El componente semántico (lingüístico) ocupa la posición intermedia en el intercambio de mensajes entre los comunicantes. Así que, en la comunicación monolingüe funciona el modelo "sentido–texto–sentido" (Mel'chuk & Zholkovskij, 1970).
Veamos ahora qué ocurre en la comunicación bilingüe equivalente, admitiendo en este caso que el proceso de la traducción se realiza en dos fases sucesivas (en realidad, en función del nivel de profesionalidad del traductor y de la modalidad de traducción, la sucesión de las fases no es tan estricta, muchas veces tiene lugar cierta "imposición" de las mismas, se solapan, pero es un problema aparte que no nos interesa por el momento). En la primera fase, que es la interpretación del sentido del TO, la comunicación es monolingüe y la tarea del traductor consiste en comprender el sentido del TO. Lo hace mediante la correlación de su significado con los factores relevantes de la situación comunicativa en la que aquel se produjo y de la que forman parte, entre otros factores relevantes, todos los comunicantes, incluido el traductor, con sus características subjetivas, sus conocimientos extralingüísticos, etc. El resultado de la interpretación del TO para el traductor debe desembocar en la comprensión del PCA, o dicho en otras palabras, de la intención/intenciones que el autor ha tenido al producir el texto (el efecto/efectos que ha querido lograr en el destinatario perteneciente a la cultura origen), de la estructura funcional (jerarquía de funciones) del TO y del valor comunicativo de los recursos lingüísticos que el autor ha elegido para conseguir el efecto buscado, o sea, de las características funcionales de su idiolecto / sociolecto/ tecnolecto. En esta etapa funciona el modelo "sentido (del autor del TO) – significado del TO (elegido por el autor) –sentido (del traductor). Así que, en la primera etapa de la actividad del traductor, la relación entre el sentido y el significado es: sentido–significado–sentido.
La segunda etapa de su actividad, que es la producción del TM, se caracteriza por el cambio de situación comunicativa (el TM se produce para destinatarios pertenecientes a una cultura distinta con todas las consecuencias que de ello se desprenden). La dificultad de la tarea del traductor en esta etapa consiste precisamente en que debe producir un TM que, por una parte, se corresponda al máximo con el PCA del TO y, por otra parte, sea aceptable en la cultura meta. Esta tarea será tanto más contradictoria cuanto mayor sea la distancia que separa las dos culturas, o mejor dicho, los dos polisistemas culturales, compuestos por muchos factores. La solución de la contradicción conduce a que la estructura semántica del TM en muchas ocasiones no sea igual a la estructura semántica del TO, o incluso sea absolutamente diferente, lo que se explica por haber cambiado el componente jerárquicamente más importante de la estructura del sentido del texto, que es la situación comunicativa. Así, pues, en el caso de la comunicación bilingüe equivalente, entre los tres componentes de la estructura del sentido de dos textos, uno es siempre variable (la situación comunicativa), otro puede ser variable (la estructura semántica) y uno debería quedar, en lo posible, invariable (la estructura pragmática). La invariabilidad de la estructura pragmática no puede ser absoluta debido al carácter intersubjetivo de cualquier comunicación, sea monolingüe o bilingüe, sin hablar ya de que se trata en este caso de una comunicación intercultural. Sin embargo, lo que importa subrayar una vez más es que este cambio nunca debe ser arbitrario y siempre tendrá sus límites (el PCA del TO y la aceptabilidad del TM en la cultura meta). Las razones del cambio de la estructura semántica no son lingüísticas sino cognitivo-culturales. Una prueba de ello es que los cambios de la estructura semántica del TM con respecto al TO resultan a veces necesarios incluso si dos lenguas coinciden en sus diferentes niveles (sistema, norma, uso).
El acto de la comunicación bilingüe en su totalidad, desde la producción del TO hasta la comprensión del TM por su receptor, se caracteriza por la siguiente relación entre el sentido y el significado de ambos textos: sentido del TO (concebido por su autor) – significado del TO (elegido por su autor) – sentido del TO (tal y como lo comprende el traductor) – significado del TM (elegido por el traductor en función de la nueva situación comunicativa) – sentido del TM (tal y como lo comprende el usuario), o lo que es lo mismo: sentido–significado–sentido–significado–sentido.
Queda claro, pues, que la comunicación bilingüe, al igual que la monolingüe, empieza y termina por el sentido, lo que demuestra una vez más nuestro planteamiento de que a los recursos lingüísticos, cuya interacción arroja el significado del texto, les corresponde el papel de forma de la expresión del sentido y también de uno de los instrumentos de la actividad (los demás instrumentos son los diferentes saberes extralingüísticos).
A título de conclusiones podemos decir que:
ü El proceso de la comunicación verbal es mental, intersubjetivo y, en el caso de la comunicación bilingüe, es, además, intercultural, y por lo tanto la equivalencia formal (lingüística) de dos textos no puede servir de garantía de su equivalencia comunicativa;
ü La relación filosófica existente entre contenido y forma de cualquier objeto de la realidad, tiene su manifestación específica en la relación que se da entre el sentido y la semántica del texto; en esta relación la prioridad le corresponde al sentido que es el verdadero contenido del texto, una razón más para rechazar el enfoque formal de la equivalencia comunicativa;
ü Entre los tres componentes de que se valen los comunicantes que participan en el proceso de la traducción, tanto para concebir el sentido del texto, como para interpretarlo, al componente lingüístico le corresponde un papel completamente dependiente de los otros dos componentes, cuya naturaleza es extralingüística, lo que quiere decir que la equivalencia formal no puede ser un criterio válido y capaz de garantizar la equivalencia comunicativa.