La ciencia prevalece sobre la Biblia en cuestiones científicas

El máximo representante de esta postura es Galileo. Su punto de vista lo expuso, como ya indiqué en dos cartas: a su discípulo Castelli (1613) y a la Gran Duquesa Cristina de Lorena (1615) [70]. La segunda es un desarrollo amplísimo de la primera, aduciendo además numerosos textos de los Padres, especialmente de san Agustín, a favor de su teoría. Las principales ideas de Galileo las resumo en los siguientes puntos[71].

1. La Biblia se acomoda “a la capacidad del vulgo, bastante rudo e indisciplinado”, “a la mentalidad popular”. «…la Sagrada Escritura, por el mismo motivo, tuvo razón en declarar que el Sol es móvil y la Tierra inmóvil, porque, si interrogáramos a los hombres del común, los hallaríamos mucho menos dispuestos a comprender que el Sol es inmóvil y la Tierra móvil.» (p.15).

2. La Biblia no puede ser interpretada en muchos casos de forma literal[72] cuando habla de Dios. Por ejemplo cuando los profetas aplican a Dios sentimientos “de ira, pena, odio, y aun tal vez el olvido de lo pasado y la ignorancia de lo venidero”. «Me parece entonces que razonablemente se puede convenir en que esa misma Santa Escritura, toda vez que se ve llevada a tratar cuestiones de orden natural, y principalmente las cuestiones más difíciles de comprender, no se aparta de este procedimiento».

3. No puede haber contradicción entre la Biblia y la Naturaleza porque ambas proceden de Dios[73]. «Porque la Sagrada Escritura y la naturaleza proceden igualmente del Verbo divino, aquélla como dictado del Espíritu Santo, y ésta como la ejecutora perfectamente fiel de las órdenes de Dios». «… Dios no se revela de modo menos excelente en los efectos de la naturaleza que en las palabras sagradas de las Escrituras. Es lo que quiso significar Tertuliano con estas palabras: «Declaramos que Dios debe ser primero conocido por la naturaleza y luego reconocido por la doctrina».

4. «El objetivo primero de las Escrituras es el culto divino y la salud de las almas». En la carta a Castelli (1613) escribe:

«Considero [crederei] que la autoridad de los Textos Sagrados tiene por objeto solamente el de persuadir a los hombres acerca de proposiciones que, siendo necesarias para su salvación y por sobrepasar todo discurso humano, su credibilidad no puede obtenerse por ninguna otra ciencia, ni por medio distinto, sino por la boca del Espíritu Santo».

En la carta a Cristina de Lorena (1615) matiza, sustituyendo el solamente por principalmente,yomitiendo las palabras «siendo necesarias para su salvación».

«Considero que la autoridad de los Textos Sagrados tiene por objeto principalmente el de persuadir a los hombres acerca de proposiciones que […] por sobrepasar todo discurso humano, su credibilidad no puede obtenerse por ninguna otra ciencia, ni por medio distinto, sino por la boca del Espíritu Santo».

Para probar este punto de vista aduce un argumento de razón y otro de autoridad.

El de razón, que la Biblia no se interesa por estas cuestiones, como lo demuestra la poca atención que les concede:

«Ahora bien, si los sagrados profetas hubiesen tenido la pretensión de comunicar al pueblo la situación y movimiento de los cuerpos celestes y, por consiguiente, tuviéramos nosotros que sacar de las Sagradas Escrituras tal información, no habrían, en mi opinión, tratado el tema tan poco, que es casi nada si lo comparamos con los infinitos y admirables resultados que dicha ciencia contiene y demuestra.»

El argumento de autoridad lo basa en las opiniones de San Agustín y otro[74].

Conclusión: «Así las cosas, me parece que, al discutir los problemas naturales, no se debería partir de la autoridad de los pasajes de la Escritura, sino de la experiencia de los sentidos y de las demostraciones necesarias».

5. El intérprete tiene doble misión.

La primera, «esforzarse por encontrar [trovare] el verdadero sentido de los textos sagrados que concuerdan con las conclusiones naturales». Así lo formula en la carta a Castelli. A Cristina de Lorena se lo dice de forma más radical: «es oficio de sabios comentaristas el esforzarse por penetrar [penetrare] el verdadero sentido de los pasajes de la Escritura, la que indubitablemente ha de estar en concordancia [indubitabilmente saranno concordanti] con las

conclusiones naturales».

La segunda misión consiste enno debe invocar pasajes de la Escritura para probar cosas que van contra la experiencia[75].

«Y como, según se ha dicho, las Escrituras presentan, en numerosos pasajes, un sentido literal muy alejado de su sentido real, y como, además, no se puede estar seguro de que todos sus intérpretes estén divinamente inspirados, pues en tal caso no habría ninguna divergencia en las interpretaciones que proponen, pienso que sería muy prudente no permitir que ninguno de ellos invocara algún pasaje de la Escritura con miras a postular como verdadera una conclusión natural que pudiera entrar en contradicción con la experiencia o con una demostración necesaria.»[76]

¿Es revolucionaria la lectura de la Biblia propuesta por Galileo? La cuestión se sigue debatiendo. Carroll advierte cuatro puntos de coincidencia entre Galileo y los teólogos de su época: 1) toda la Biblia es palabra de Dios y no puede equivocarse; 2) distinguen entre un literalismo ingenuo (il nudo significato delle parole) y el verdadero sentido literal (il vero sentimento); 3) la Biblia contiene verdades científicas sobre fenómenos naturales; 4) el buen intérprete es capaz de descubrir lo que dice la Biblia sobre fenómenos naturales.

Las diferencias se dan en la cuestión complementaria: ¿qué papel debe desempeñar la Biblia al investigar los fenómenos naturales? Según Galileo, no se debe comenzar por ella; sus oponentes piensan que sí. Pero Galileo tampoco pretende prescindir de esos pasajes por completo. Está convencido, como sus oponentes, de que el buen intérprete puede descubrir su sentido a propósito de los fenómenos naturales, y eso los separa de la postura más comedida de Agustín y Tomás de Aquino. «Galileo como intérprete de la Biblia no anticipa una distinción moderna entre el carácter religioso de la Biblia y las pretensiones de la ciencia; más bien abraza las antiguas tradiciones de la teología católica y también afirma principios de exégesis bíblica característicos del catolicismo de la Contrarreforma»[77].

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