Príncipe y juguetero

Había una vez un pequeño príncipe que siempre tenía todo cuanto quería. Él era muy caprichoso hasta que no permitía a nadie tener un juguete si no lo tenía él primero. Así cada niño que quería tener un juguete nuevo en aquel país, tenía que comprarlo dos veces, para poder entregarle[1] uno al príncipe.

Un día llegó a aquel país un misterioso juguetero[2], que sabía inventar[3] los más maravillosos juguetes. Tanto le gustaron al príncipe sus creaciones[4], que le invitó a pasar todo un año en su castillo:

- Te daré muchas riquezas[5], juguetero, pero en cambio[6] vas a crear un nuevo juguete para mi cada día, bueno?

El juguetero sólo puso una condición:
- Mis juguetes son especiales, y necesitan que su dueño[7] juegue con ellos – dijo - ¿Podrás dedicar un ratito al día a cada uno?
- ¡Claro que sí! - respondió impaciente[8] el pequeño príncipe- Lo haré encantado.
Y desde aquel momento el príncipe recibió todas las mañanas un nuevo juguete. Cada día el pensaba “¡no podrá haber un juguete mejor!”, y cada día el juguetero entregaba¹ uno que superaba[9] todos los anteriores. El príncipe parecía feliz.

Pero la colección de juguetes crecía rapidamente[10], y al cabo de unas semanas, eran demasiados[11] como para poder jugar con todos ellos cada día. Un día el príncipe apartó[12] algunos juguetes, pensando que el juguetero no se daba cuenta[13]. Sin embargo, cuando al llegar la noche el niño se disponía[14] a acostarse, los juguetes apartados formaron una fila[15] frente él y uno a uno exigieron[16] su ratito diario[17] de juego. Hasta la medianoche, atendidos todos sus juguetes, no pudo el pequeño príncipe irse a dormir.
Al día siguiente, cansado por juegos, el príncipe durmió hasta muy tarde, pero en las pocas horas que le quedaban[18] al día tuvo que descubrir un nuevo juguete y jugar un ratito[19] con todos los demás. Nuevamente acabó tardísimo, y tan cansado que apenas[20] podía dejar de bostezar[21].

Desde entonces cada día era aún un poquito peor que el anterior. El mismo tiempo[22], pero un juguete más. Agotado[23] y adormilado, el príncipe apenas podía disfrutar del juego. Y además, los juguetes estaban cada vez más enfadados y furiosos, pues el ratito que dedicaba a cada uno empezaba a ser ridículo[24].
En unas semanas ya no tenía tiempo más que para ir de juguete en juguete, comiendo mientras jugaba, hablando mientras jugaba, bañándose mientras jugaba, durmiendo mientras jugaba, cambiando constantemente de juego y juguete, como en una horrible pesadilla[25]. Hasta que desde su ventana pudo ver un par de niños que pasaban el tiempo junto al palacio, entretenidos[26] con una piedra.

Hummm, ¡tengo una idea! - se dijo, y los mandó llamar. Estos se presentaron resignados[27], preguntándose si tenían que entregarle¹ su piedra, como tantas veces les había tocado[28] hacer con sus otros juguetes.

Pero no quería la piedra. Sorprendentemente, el príncipe sólo quería que jugaran con él y compartieran[29] sus juguetes. Y al terminar, además, les dejó llevarse aquellos que más les habían gustado.

Aquella idea funcionó. El príncipe pudo divertirse de nuevo teniendo menos juguetes de los que ocuparse y, lo que era aún mejor, nuevos amigos con los que divertirse. Así que desde entonces hizo lo mismo cada día, invitando[30] a más niños al palacio y repartiendo²⁹ con ellos sus juguetes

Y para cuando el juguetero tuvo que marchar, sus maravillosos 365 juguetes estaban repartidos por todas partes[31], y el palacio se había convertido en el mayor salón de juegos del reino.

[1] entregar – вручить

[2] juguetero – продавец игрушек

[3] inventar – изобретать

[4] la creación - творение

[5] la riqueza – богатство

[6] en cambio – взамен

[7] el dueño – хозяин

[8] impaciente - нетерпеливо

[9] superar - превосходить

[10] crecer rapidamente – быстро расти

[11] demasiado – слишком много, чрезмерно

[12] apartar - отложить