TRADUCCIÓN, COMUNICACIÓN Y DOCUMENTACIÓN
Desde hace tiempo existen relaciones entre las disciplinas de la Traducción y la Documentación, relaciones que nadie discute: por ejemplo, antes de realizar una determinada traducción, el profesional debe "documentar" dicha traducción, lo que implica hacer búsquedas, a veces muy complejas, de los materiales adecuados. Por otro lado, el traductor utiliza una gran variedad de fuentes de información documentales de apoyo en su trabajo (por ejemplo obras de referencia, bases de datos terminológicas, etc.). Todo ello sin olvidar que el traductor traduce documentos en todos los soportes, por lo que debe conocer sus características. Es decir: los traductores se han convertido, por un lado, en verdaderos expertos en la localización y selección de información. Pero también, en muchos casos, en su organización y gestión, como puede comprobarse al consultar tantos y tantos sitios web hechos por traductores para traductores.
Para facilitar la tarea del traductor profesional y también de usuarios que deseen y puedan traducir para su uso personal algún documento, bibliotecas y centros de documentación especializados han venido ofreciendo su soporte y ayuda. Pero, dicha ayuda, ¿podría ampliarse en forma de nuevos servicios y productos? Y la pregunta más comprometida ¿qué tipo de servicios y productos? En este capítulo se apuntan algunas ideas al respecto.
A pesar de que el inglés sea la lengua de los negocios y de la ciencia debido al predominio que en la escena político-económica y militar juega desde hace algunas décadas EE.UU., conviene no olvidar que a diario se producen infinidad de documentos de todo tipo (libros, artículos científicos, películas, spots publicitarios, webs, documentos sonoros, multimedia, y un largo etc.), en infinidad de lenguas.
Parte de esos documentos están pensados para el consumo interno. Pero otros están concebidos para ser difundidos también entre los ciudadanos de otros países, hablantes por tanto de otras lenguas, lo que implica que muchos documentos deberá traducirse, en cualquiera de las modalidades posibles, y a todos los idiomas que se desee.
Como se verá, todo esto afecta directamente a las ciencia de la Documentación, entendida como la disciplina que tiene por objeto la gestión eficiente de la información y los conocimientos contenidos en los documentos, diseñando los sistemas de información más adecuados para ponerlos a disposición del número más amplio posible de usuarios.
La implantación progresiva, en el ámbito documental, de una nueva filosofía de trabajo con la introducción de conceptos como cliente en lugar de usuario; de satisfacción (del cliente) respecto de los servicios que recibe y de aumento de la calidad de dichos servicios como elementos clave del funcionamiento de todo Servicio de Información y Documentación (SID), ha provocado la aparición de un nuevo escenario. En este escenario, los SID habrán de asumir más funciones.
Una de esas nuevas competencias podría estar relacionada, precisamente, con la traducción. Y es que la multiplicidad de idiomas en los que pueden haber sido creados originalmente los documentos, sumado al desconocimiento de un gran número de dichas lenguas por parte de los clientes-usuarios, ocasiona que los SID reciban peticiones, no sólo de documentos en inglés, alemán o árabe por ejemplo, si no de sus traducciones.
¿Quiere esto decir que a partir de ahora los documentalistas tendrán que, además de facilitar el acceso a la información, traducirla? ¿o que algunos SID deban incorporar una sección en la misma biblioteca donde trabajarán traductores? No, por supuesto. Pero sí que puede constituir un puente eficaz entre los clientes, los documentos solicitados y los traductores.
Evidentemente, estas nuevas competencias conllevan toda una serie de cuestiones a resolver. En primer lugar está la económica, puesto que representarán un coste económico para el SID: una inversión en tiempo, personal, posiblemente en determinadas infraestructuras, software, etc. ¿Quién asumirá el gasto? ¿El SID? ¿El cliente? ¿Ambos?
Por otro lado, el SID que incorpore algunos de los servicios que se detallan a continuación deberá tener en cuenta todos los aspectos legales que se deriven de estas prácticas, partiendo no obstante de la base que la traducción de un documento se hará para el uso exclusivo del usuario que lo haya solicitado y no para su comercialización.
Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, algunas de las acciones que, respecto de la traducción, podrían desarrollar los SID son los que se especifican a continuación.
¯ El SID podría proporcionar la traducción del documento solicitado, traducido por alguno de los siguientes medios.
¯ El SID se ha procurado una amplia red de contactos con traductores especializados en diferentes pares de lenguas y tipos de traducción (científica, jurídica, literaria, audiovisual...), o bien ha establecido convenios de cooperación con alguna agencia de traducción solvente. El documento (bien traducido) será entregado lo más rápidamente posible. El coste de la traducción correrá a cargo del cliente, obviamente. En cuanto a la intermediación del SID, será éste quien decida si ha de cobrarla y cuál ha de ser su precio.
¯ El SID proporcionará al usuario el documento traducido de forma automática. El software de traducción habrá sido adquirido por el centro (para lo cual precisa un presupuesto importante, y forzosamente quedará limitado a los pares de lenguas más frecuentes y que dan resultados de mayor calidad). El documento podría ser entregado de dos formas:
o Traducido en bruto, es decir, tal y como lo proporciona la máquina.
o Revisado por un corrector humano, lo que incrementaría el precio y el tiempo de entrega, pero también su calidad.
¯ El SID actuará como intermediario. Las acciones en este sentido pueden ser diversas:
o Se puede dar al cliente una lista de traductores especializados en la materia y el soporte del documento en cuestión, y en los pares de lenguas exigidas (la de origen y la de llegada). Será el usuario quien deberá ponerse en contacto directamente con el traductor, contrastar tarifas, etc.
o Proporcionar al usuario las fuentes documentales precisas para que él mismo gestione la traducción en función de sus conocimientos previos del idioma y del tema (no es lo mismo tener un conocimiento de un idioma, incluso más que aceptable, que ser capaz de comprender bien las complejidades de un texto científico; las necesidades son diferentes). Dichas fuentes de información (una muestra de las cuales se encontrarán en la segunda parte de este artículo), pueden ir desde direcciones de asociaciones de traductores a directorios de diccionarios especializados, pasando por programas de traducción automática accesibles en Internet.
¯ El SID será el productor de bases de datos referenciales con resúmenes (en varias lenguas) de los documentos. Esto implica la colaboración o la incorporación de traductores al equipo de documentalistas. Es decir, los documentalistas redactarán los resúmenes de los documentos originales, que deberán ser traducidos por los traductores (o por software de traducción automática con la revisión de traductores humanos). Se tendrá que decidir a qué lenguas se traducen los resúmenes, lo que estará en función de la especialización de la base de datos, del perfil de los usuarios, etc.
Hasta aquí se ha hablado de la relación entre el SID y el usuario externo que hace una demanda. Pero no debe olvidarse que también los documentalistas de determinados centros pueden necesitar traducir alguna herramienta de trabajo (normas, reglas, manuales...). En este caso, pueden ser los beneficiados directos de los nuevos servicios de traducción implementados por el centro.